LA TIERRA INTERIOR
Cuando está tras la puerta
Las hojas de otoño caen en su justo mes.
Todo el ambiente es poco claro,
los pájaros -caray, otra vez ellos-
se ven nebulosos en esta borrasca
de amanecer, con el día
que se derrite por los cláxones.
Al abrir las ventanas escuchas que la luz
pasa por los alambres de alta tensión,
tu sonrisa se abre como una montaña seca;
tu cuerpo, cada vez más humano,
se impregna con el olor de la panadería,
y hueles a trigo y a tiniebla.
Respiras con lentitud,
sales al mundo después de un fin de semana,
tu madriguera deja de ser el único hueco
donde te refugias.
Nada hay que no hubieras oído:
ya te has amado una treintena de veces,
todas con temores que semejan una araña.
Cuando está tras la puerta
Las hojas de otoño caen en su justo mes.
Todo el ambiente es poco claro,
los pájaros -caray, otra vez ellos-
se ven nebulosos en esta borrasca
de amanecer, con el día
que se derrite por los cláxones.
Al abrir las ventanas escuchas que la luz
pasa por los alambres de alta tensión,
tu sonrisa se abre como una montaña seca;
tu cuerpo, cada vez más humano,
se impregna con el olor de la panadería,
y hueles a trigo y a tiniebla.
Respiras con lentitud,
sales al mundo después de un fin de semana,
tu madriguera deja de ser el único hueco
donde te refugias.
Nada hay que no hubieras oído:
ya te has amado una treintena de veces,
todas con temores que semejan una araña.
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